domingo, 28 de mayo de 2017

El sultán casi se queda afónico

   Luego de la lluvia de la última noche, el sultán sufrió una severa asfonía, lo que lo preocupó muchísimo, dado que sin contar cuentos, su gente no descansaría. Pasó todo el día tomando variadas medicinas y untándose la garganta con elíxires especialmente preparados. Al llegar la noche, logró conseguir un hilo de voz, que aunque tenue, le permitió llevar adelante este nuevo relato:


El efrit de la botella

En una casa detrás de un zoco en Persia vivían dos hermanos llamados Bashira y Ghali. Eran pobres y curiosos, ellos sólo podían comer los restos de los restaurantes del zoco.
Un día, en el basurero, agarraron una botella de salsa de tomate. Lo que no sabían era que desde adentro de la botella saldría un efrit malvado y poderoso. Al abrir la botella lo vieron y lo primero que se les ocurrió fue pedirle un deseo, porque pensaron que era bueno, pero sin embargo, resultó todo lo contrario.
 Cuando el genio escuchó el deseo que habían pedido los chicos dijo: 
-¡Ja!¿pensaron que era bueno? Y los niños respondieron: 
-Sí, pero ¿por qué? ¿No concedes deseos? El efrit volvió a decirles que era malo,  pero como los niños eran curiosos, insistieron y le volvieron a preguntar:
-¿Pero por qué eres malo? El efrit, ya rojo de furia dijo: 
-¡basta de preguntas! Los mataré!-
Los niños, al escuchar esa amenaza, corrieron hasta el palacio del sultán. Cuando llegaron el visir les permitió el acceso al verlos tan preocupados. El sultán estaba en sus aposentos. En cuanto los chicos llegaron ahí le comentaron lo que sucedía. Y el monarca preocupado exclamó: 
-¡por Alá! ¿Que sugieren hacer? Los chicos le dijeron al sultán que lo que querían era darle una recompensa.
Al rato, el efrit malvado se les apareció nuevamente a los chicos y les repitió: 
-¡Los mataré!, y los niños le dijeron: 
-Espera, te daremos 1.000 monedas de oro, pero solo si dejas de molestar. Ante tan tentador ofrecimiento el efrit aceptó y con esas 1.000 monedas de oro se compró una hermosa casa, muy parecida al palacio.
En tanto que por su parte, los  niños y el sultán vivieron felices y  junto al visir llamado Farah.


Por: Clarisa y Lara




   La gente, luego se fue,  agradecidísimos con su líder, que aunque casi sin voz no los dejó quedarse sin poder dormir, gracias a su valioso cuento de todas las noches.

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