domingo, 28 de mayo de 2017

Otro cuento para enamorar a las almas que querían irse a dormir...

   Los cuentos de amor, se había dado cuenta  el sultán Jamil, eran efectivos cada tanto para que la gente se fuese a dormir con una sonrisa y en paz. Así que para esta noche, eligió contar un cuento ara enamorar corazones, una bella historia que era así:

Amor entre Rusia y Arabia

Había una vez una mujer que era mamá y tenía una hija llamada Anisa. Anisa era muy bondadosas, pero pertenecía a una familia pobre. Esta muchacha estaba muy enamorada de un chico de su pueblo llamado Damil.

 Ellos tenían un aspecto parecido: Anisa era alta y tenía pelo castaño con rulos, en tanto que Damil era también alto y de pelo castaño. Eran originarios de Rusia pero vivían en Arabia hacía muchos años.

Anisa con el correr de los años aprendió a coser y comenzó a hacer vestidos,  los que vendía en la ciudad. Los vestidos se volvieron tan famosos que hasta los pudo vender en el palacio. Al rey de ese palacio le gustaron tanto los vestidos y trajes elegantes de Anisa, que ella pronto se convirtió en una doncella.  

Anisa fue entonces que se pudo casar con su enamorado, y hasta lograron tener su propio palacio su propio palacio. Cierto día, paseando por el jardín del palacio, la joven pareja encontró una lámpara tirada. La frotaron y de ahí apareció un hombre pequeñísimo que les contó que hacía cuarenta años que estaba ahí encerrado. En agradecimiento a que lo hayan hecho salir al frotar la lámpara, les concedió tres deseos.

Los deseos que Anisa y Damil pidieron fueron: que nunca les falte nada, que no les pase nada malo a ninguno de los dos, y para el tercer deseo el pequeño hombre les dijo: -les agradecería muchísimo que como último deseo pidan que yo no tenga que regresar a esa lámpara-. Damil y Anisa lo pensaron, y aceptaron.
Finalmente, con el paso del tiempo, los jóvenes y el pequeño hombrecito se hicieron muy amigos y vivieron felices los tres en el palacio.


Por: Kiara y Zamira

   El cuento terminó, y como cada noche, la gente se iba a paso cansino a reposar sus cuerpos en las mullidas camas que a cada uno lo esperaba en su casa. Los pequeños pedían upa...señal de que el cuento había sido efectivo, y todos irían a descansar.

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