martes, 30 de mayo de 2017

Un cuento con alfombras mágicas

   La gente del pueblo, ya de a poco se iba a costumbrando a que el sultán Jalim los sorprendiera cada noche con un hermoso cuento. Y muchos ya empezaban a dejar notas en el palacio pidiendo cuentos con motivos de su preferencia. Muchos habían pedido cuentos en los que aparecieran alfombras mágicas. Por lo tanto, Jalim los sorprendió esta noche con uno de los relatos más pedidos, que empieza así:


El ladrón de la alfombra
  

Había una vez, en un pueblo muy lejano, dos niños que se habían hecho muy amigos, y estaban siempre juntos.  Uno llama a Cherezade y el otro Simbap y los dos chicos tenían alfombras mágicas que habían heredado de sus abuelos, dos famosos magos.
 En aquél pueblo también vivía un señor al que todos llamaban La Sombra, porque siempre caminaba detrás de alguien. Este señor se quería robar las dos alfombras mágicas, y empezó a perseguir a los chicos, hasta que finalmente se pudo robar una de ellas. 
Como aún les había quedado una alfombra  Cherezade y Simbap  lo siguieron volando. Pero no podían alcanzarlo y le empezaron a lanzar frutas hasta que una de ellas le pego en la cabeza y el ladrón se cayó de la alfombra. Así los dos chicos aprovecharon para agarrarla.
Cuando llegaron al piso  La Sombra les explico  por qué les había robado la alfombra y los chicos lo comprendieron.   La Sombra se disculpó y les devolvió la alfombra voladora.   Los chicos finalmente decidieron regalarle una alfombra mágica porque La Sombra la quería desde chiquito y su madre no había podido conseguírsela.  Así, todos fueron felices. 
Los chicos estaban contentos porque a la noche en el palacio lanzaron fuegos artificiales y pudieron  verlos en sus alfombras mágicas mientras flotaban en el aire.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                               FIN



Por Nicolás Reiner y Thiago






   El cuento terminó y las caras abriendo las bocas de las que salían bostezos empezaban a verse por doquier. La gente  del pueblo se fue sonriendo y restregándose los ojos, cada uno para su casa a dormir plácida y profundamente hasta el siguiente día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario